Dos turistas extranjeras, Petra y Frida, son asesinadas después de
una fiesta de alta sociedad en el pueblo ficticio de Tucumán, Yacanto del
Valle. Las chicas aparecen tiradas con signos de haber sido golpeadas y
violadas. La protagonista de esta historia es la periodista Verónica Rosenthal
por varios motivos: por su amistad con las turistas (a quienes conoce durante
sus vacaciones), por su investigación periodística, y por los lazos que la unen
con los diferentes actores de una red de impunidad que intentará encubrir a los
culpables.
Cualquier
parecido con la realidad es pura coincidencia; así suelen introducirse muchas
ficciones. Nada de eso podría decirse de Las extranjeras, de Sergio Olguín.
Este policial, segunda entrega de la saga de la periodista Verónica Rosenthal(1),
no solo no evade los puntos que se tocan con la realidad sino que se alimenta
de ellos.
La historia de Las extranjeras nos trae a la
mente uno de los femicidios recientes más “famosos” de Argentina: la violación
y el asesinato de las turistas francesas Cassandre Bouvier y Houria Moumni en
Salta en 2011. Pero también recuerda el asesinato de María Soledad Morales en
1990 y el de Paulina Lebbos en 2006 (por mencionar los más conocidos). Petra y
Frida comparten con Cassandre y Houria su calidad de extranjeras y la muerte
violenta encontrada en un viaje por el norte argentino. Con María Soledad y
Paula, ambas también asesinadas en provincias del Norte (Catamarca y Tucumán
respectivamente), comparten además los lazos que unen sus muertes a los poderosos
y sus fiestas de niños ricos. Y por sobre todos los detalles, lo que hace
de Las extranjeras un caso tan real como cualquiera, es la
impunidad que rodea la vejación y el asesinato de mujeres en Argentina.
El policial negro es reconocido como vehículo de denuncia de los
conflictos y problemas de la sociedad capitalista actual, en decadencia y
plagada de miserias. A propósito de este rol, que supo tener el periodismo
denuncialista hace varias décadas, el escritor Ernesto Mallo decía en una
entrevista para Ñen 2012: “…la novela policial, esencialmente la
novela negra, que se mete con temas políticos y sociales, es la que dice la
verdad. La dice a través de la mentira, a través de una ficción”.
La investigación de Verónica es la hoja de ruta del libro, que
comienza con el crimen de Frida y Petra, pero termina remontándose a la
dictadura y los primeros años de la democracia, para develar la ominosa
impunidad que gozan militares, policías y empresarios (para esta reconstrucción
es imprescindible el aporte del personaje Robson, un periodista veterano de la
zona). En ella se encarna la búsqueda de la verdad, y en esa búsqueda aparece
el tejido de impunidad, que lectoras y lectores sospechan desde el primer
momento, por conocimiento de causa. La investigación está formateada por
supuestos indispensables: el policía es corrupto, el juez, el rico y el militar
coinciden en el club, el gobernador y los funcionarios embarran y obstaculizan
cualquier hallazgo o aproximación a la verdad.
Los obstáculos a superar dan un panorama de las irregularidades
que contaminan cualquier investigación real. Cumpliendo uno de los requisitos
del policial negro, Las extranjeras habla de la sociedad en la
que se escribe y adquiere características particulares de origen:
todo policial negro argentino que se precie de tal deberá chocar tarde o
temprano con la poca o nula legitimidad de la Policía como institución capaz de
llevar adelante cualquier investigación. Por eso los protagonistas policías son
más bien exóticos en la versión argentina del género. A esta falta de
credibilidad se suma la participación necesaria de la policía en negocios como
las redes de trata y prostitución o el narcotráfico. En Las
extranjeras a esto se le suma el evidente entramado político, donde se
juegan los intereses de las diferentes fracciones de los partidos políticos de
la provincia. La inacción de los jueces y la sobreactuación de los fiscales
para las cámaras que completan la escena, parecen sacados de cualquier
expediente real.
La novela, aunque exagera (incluso para la ficción) las buenas
intenciones de algún funcionario o policía, no puede evitar mostrar la red de
impunidad que se despliega casi automáticamente cada vez que uno de los
miembros de ese “club exclusivo”, que son los varones de las clases altas, es
atacado. La impunidad asfixia durante todo el relato. Y quizás sea esa asfixia
uno de los impulsos de la exageración del perfil de Superchica que da por
tierra con las mejores características del personaje de Verónica, y la enfrenta
a situaciones tan imposibles como innecesarias para la trama.
Los femicidios, la prostitución y la trata son tópicos que vienen
ganando terreno, reflejando el trágico crecimiento de la violencia contra
mujeres y niñas en un mundo irónica y aparentemente más “igualitario”. Las
novelas policiales quizás renuevan su atracción porque le permiten a la
sociedad mirarse en el reflejo más atroz. Como dice Verónica Rosenthal: “En los
femicidios hay un autor intelectual que no va a ser condenado nunca y es la
sociedad que los tolera y los naturaliza”. El femicidio funciona, en una
sociedad patriarcal, como una forma de “ajusticiar” al género femenino, un
disciplinamiento que actúa sobre todas las mujeres. Por eso también es
interesante que la novela se meta con otros problemas como la naturalización de
la violencia en las relaciones, la sexualidad y los prejuicios. A propósito, no
es posible pasar por alto la figura de Federico, que encarna en la novela todo
lo que tira a Verónica para el lado de “tradición, familia y propiedad”.
Abogado y representante del estudio de su padre, Federico también
es, o quiere ser, el novio perfecto (con potencial de marido), que aleja a
Verónica de las aventuras sexuales y amorosas (aunque esta versión es mucho
menos “aventurera” que la de La fragilidad de los cuerpos).
Volviendo a la investigación, el corazón de Las
extranjeras, un pasaje de la novela da en el centro de gravedad de ese
reflejo atroz, quizás una de las mejores sensaciones de Verónica Rosenthal,
pocas veces tan cerca de la verdad como en este diálogo con su editora:
—Imaginate una comunidad dividida por una ruta peligrosa, que debe
ser cruzada cotidianamente. ¿Qué posibilidad estadística hay que te atropelle
un auto?
—Y… muchas.
—Por más cuidado que pongas, por más que mires a los costados,
siempre te pueden pisar y, de hecho, va a haber siempre algún atropellado.
Bien, ¿qué posibilidad tenés de que te violen y te maten en un lugar como
Yacanto del Valle si sos mujer y te movés sola?
Bs. As., Suma de Letras, 2014.
(1) El primer libro de esta saga, que según Olguín tendrá varios
tomos más, es La fragilidad de los cuerpos, donde Verónica
investiga una serie de muertes en los ferrocarriles.

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