(Imagen del diario inglés Telegraph, más tarde cambió su edición online)
A una mujer que anda distraída por
la vida le puede pasar que se olvide durante un
minuto de que esta es una sociedad patriarcal.
Pero no temas, muchacha. Ahí,
donde menos lo esperás está ese mensaje, ese gesto, que te recuerda que aun
cuando seas una persona “exitosa” dentro de los parámetros de esta sociedad,
sos mujer. Una criatura del hogar, una madre (efectiva o potencial). Alguien que
se mide por su capacidad reproductiva, por su belleza, sus sentimientos e “instintos”,
y menos por su inteligencia o sus habilidades.
Si no, pregúntenle a la nueva
directora de la prestigiosa cadena inglesa BBC, Rona Fairhead, que fue
presentada al mundo por el diario Telegraph
como “Madre de tres hijos”. No por su experiencia. No por sus estudios. No por
su capacidad. Por la cantidad que hijos que tiene. Un mensaje sutil, pero claro.
Habrá quien diga: “Exageración”. Veamos: el diario inglés The Guardian recopiló los titulares de nombramientos de cargos similares: “Allan Leighton será nombrado presidente de Peacocks”;
“Funding Circle nombra al peso pesado de Wall Street Robert Steel”; “Mike
Rake se convierte en presidente de RAC”. Al parecer, a nadie le importa el
tamaño de la familia de Leighton o de Steel, tampoco si Rake está casado.
Sería anecdótico si no se tratara
de una sociedad que discrimina y somete a las mujeres (cuya expresión más
infame son la violencia, las violaciones y los femicidios).
No nos quita el sueño lo que le
suceda a Fairhead, que en su curriculum tiene puestos gerenciales en bancos,
diarios y empresas (como Pepsico). En
absoluto. Pero sería necio no advertir el mensaje que tiene esta sociedad para
las mujeres, todas las mujeres. Y si así trata la clase dominante a sus mujeres, sabemos muy bien lo que
queda para el resto.
Por eso en ningún caso aplaudimos
la misoginia, ni siquiera cuando es contra quienes nos niegan derechos básicos
o criminalizan nuestras luchas como la presidenta Cristina Fernández. No festejamos
la discriminación, ni siquiera contra las mujeres en posiciones de poder (con
quienes más temprano que tarde nos enfrentaremos). Ni hacemos oídos sordos a burlas
o insultos machistas, sean más o menos políticamente correctos.
No las defendemos a ellas, defendemos el derecho –elemental–
de las mujeres de ser tratadas como la otra mitad del mundo. Pero no somos
ingenuas, cuando exigimos ser tratadas como iguales, lo hacemos sabiendo que el
capitalismo se basa en la mayor desigualdad, donde un puñado concentra la
riqueza y millones deben trabajar para vivir y sostener a sus familias. Y a veces, esa desigualdad, la reproducen y la legitiman algunas (pocas, una minoría entre ellos) mujeres que pertenecen a ese puñado.

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