Hoy culminan los festejos del año nuevo musulmán, la primera vez que asoma la luna creciente durante el mes de Muharram. Para quienes no practicamos esa religión ni conocemos su cultura, la imagen más cercana que tenemos se basa, en gran parte, en una serie de estereotipos de lo que es una persona musulmana.
Saira canta “Disculpá si te doy miedo, también me doy miedo a mí misma. Pensás que soy aterradora, ¿puede ser que sepas? ¿Qué podría esconder? Voldemort está vivo y está debajo de mi velo”. [Si no tienen exposición al mundo Harry Potter: Voldemort es el personaje antagónico de Harry.] Saira es la cantante de una banda punk de chicas musulmanas que viven en Londres. La banda se llama We Are Lady Parts y le da nombre a la serie de la que es protagonista.
La canción habla de uno de los símbolos más reconocibles de la comunidad musulmana. El velo en todas sus variantes está cargado de significados, incluso para quienes no somos parte ni conocemos nada sobre ella. Alrededor del velo se construyen muchos prejuicios, incluso en el feminismo hay corrientes que apoyan su prohibición en países como Francia o Suiza y se estigmatiza a las mujeres que lo usan. Sabemos tan poco que no reconocemos las diferencias, en We Are Lady Parts aparecen el velo, el niqab y el hiyab.
La creadora de la serie Nida Manzoor contó que estaba cansada de ver “las narrativas estereotipadas de las mujeres musulmanas en los medios [que las presentan] como víctimas oprimidas, sin voluntad ni individualidad”. Seguramente Manzoor corra con ventaja en los debates sobre la representación porque, a diferencia de otras guionistas y directoras, tiene claro que no está mostrando ninguna realidad sino que la está representando. Es decir, está mostrando su lectura y su modo de ver la experiencia de ser una mujer musulmana en una ciudad como Londres. En el mismo artículo dice “Estoy nerviosa. ¿Qué pasa si las represento mal?”.
En un formato de comedia, We Are Lady Parts cuenta la historia de un grupo de chicas para las que ser musulmanas no es la única característica que define sus vidas. Ayesha es conductora de Uber, Saira trabaja en una carnicería, Momatz vende lencería sexy. Ninguna de las tres responde a la imagen que tenemos en la cabeza cuando pensamos en una mujer con velo. Algunas están en pareja, otras no, salen con varones, con mujeres, sus familias son diferentes, no todas tienen la misma relación con la religión. Con una idea relativamente sencilla, se escapa de la trampa de la representación que nos muestra solamente una forma de ser mujer musulmana.
Nos acostumbramos demasiado a que en las producciones culturales la gente sea muy parecida entre sí y, a lo sumo, haya algunos personajes “diferentes”. En general, ese “diferente” está construido en base a un punto de vista específico y a estereotipos. Cuando alguien es presentado como “el otro” suele estar reducido a una característica que es esencializada: su etnia, su religión, su sexualidad, su género. Cuando, en realidad, las personas somos muchas cosas a la vez.
“El estereotipo tiende a ocurrir donde existen grandes desigualdades de poder. El poder suele estar dirigido en contra del grupo subordinado o excluido”. Esto lo escribió el sociólogo y teórico cultural Stuart Hall, cuyas reflexiones sobre la cultura de masas siguen siendo una guía para pensarla, aun en la era del “consumo de contenidos” en la que las plataformas y algoritmos metamorfosean producciones y audiencias.
Estereotipos (también en el feminismo)
Muchas de las críticas y cuestionamientos a la imagen que se muestra de las mujeres en los medios de comunicación vinieron y vienen de sectores del feminismo. De hecho, uno de los textos que se consideran fundacionales de la oleada feminista de los años ‘60 y ‘70 en Estados Unidos, Mística de la feminidad de Betty Friedan, recorre y critica varios de los estereotipos reproducidos sobre el lugar de las mujeres en la sociedad. Desde ese momento, y probablemente antes, se evidenciaron las tensiones que siempre existieron dentro de un movimiento atravesado por diferentes perspectivas de clase y etnia, entre otras.
Gran parte de los análisis sobre los estereotipos de mujeres compartían, según Joanne Hollows en su artículo “Feminismo, estudios culturales y cultura popular”, “el objetivo feminista liberal de integrar a las mujeres en el sistema actual en pie de igualdad con los hombres.” Esa crítica, como los programas políticos dentro del feminismo, se construyen también sobre versiones específicas de “la realidad”. Hollows señala que las críticas presuponen que “lo que significa ser un hombre o una mujer es simple, auto-evidente, invariable e ignora las maneras cómo las identidades de género son cortadas por otras formas de identidad cultural como la raza o la clase.” Hoy existen varias críticas a ese objetivo liberal de “igualdad a secas” con los varones, sin embargo, la mayoría de las producciones mainstream (incluso las que se presentan como feministas) trabajan sobre un estereotipo de lo que es una mujer y también lo que es una feminista.
The Bold Type es un ejemplo de esas producciones. Presentada como “la serie feminista que deberías ver con tu hija”, contiene un combo de imágenes e ideas que se ajustan no al feminismo sino a un programa específico dentro de un movimento muy heterogéneo. Ese discurso feminista es el que a menudo se utiliza para legitimar otros como la meritocracia y, en general, es acompañado por ideas como inclusión, diversidad y libertad individual, todas útiles para lavar las marcas de nacimiento que las democracias capitalistas no pueden esconder.
La xenofobia es uno de los discursos de odio más vitales en el capitalismo actual. Entre ellos, la islamofobia tiene un peso especial después de los atentados a las Torres Gemelas en septiembre de 2001, cuando los prejuicios sobre los pueblos árabes y musulamente fueron un elemento indispensable en los discursos que acompañaron invasiones y ocupaciones (como Afganistán en 2001 e Irak en 2003). El feminismo tuvo un rol contradictorio. La defensa de los derechos de las mujeres se esgrimió como motivo para apoyar las intervenciones imperialistas en Medio Oriente. Por otro lado, voces feministas (en soledad al principio) advirtieron sobre esa utilización. En una entrega anterior, hablamos de una de esas voces críticas: Code Pink. En paralelo, se construyó una imagen de que las mujeres árabes y musulmanas necesitan ser salvadas de su religión y su cultura. La operación es doble: borra la subjetividad de quienes enfrentaron gobiernos e instituciones religiosas, hicieron huelgas y se enfrentan hoy a prejuicios cruzados y, al mismo tiempo, suaviza opresiones y valores naturalizados como “menos malos”.
La feminista marroquí Fátima Mernissi resumió una de esas contradicciones en El poder olvidado: las mujeres ante un Islam en cambio: “Cuando me encuentro con una feminista occidental que cree que le tengo que estar agradecida por mi propia evolución en el feminismo, no me preocupa tanto el futuro de la solidaridad internacional de las mujeres como la capacidad del feminismo occidental de crear movimientos sociales populares para lograr un cambio estructural en las capitales mundiales de su propio imperio industrial. Una mujer que se considera feminista, en vez de vanagloriarse de su superioridad con respecto a las mujeres de otras culturas y por haber tomado conciencia de su situación, debería preguntarse si es capaz de compartir esto con las mujeres de otras clases sociales de su cultura”. Creo que la pregunta sigue siendo pertinente y la respuesta, en muchos casos, no nos sorprenderá.
Portland, Florida y Alabama
Otro día en el patriarcado de la delgadez. “Hola, soy gorda” titula Annie un artículo que escribe en la serie Shrill. Es una periodista ansiosa por escribir y abrirse paso pero para casi todo el mundo es solo una cosa: gorda. La comedia está basada en el libro autobiográfico de Lindy West y aborda de varias formas la gordofobia, que está tan incrustada en las series y películas que casi no hay protagonistas gordas que no estén definidas estrictamente por eso. Una de las cosas interesantes de la serie es que Annie no está victimizada ni le interesa ser una víctima aunque se enfrenta a situaciones horribles. Ambientada en la ciudad de Portland, que es algo así como una meca de la contracultura estadounidense, también se burla de muchos lugares comunes del progresismo. La historia que hila las tres temporadas es la relación de Annie con su amiga Fran que, a pesar de contratiempos y discusiones, se mantiene en pie cuando parece que ya no queda nada.
A’Ziah “Zola” King escribió un hilo de 148 tweets en 2015. Unos años después, hicieron una película que empieza con ella diciendo: “Todos quieren saber la historia de por qué esta perra y yo nos peleamos. Es un poco larga pero tiene mucho suspenso”. Zola está dirigida por Janicza Bravo, que también coescribió el guión con Jeremy O. Harris. Zola conoce a Stefani en un bar, las dos son strippers. Stefani le propone viajar a Florida para ganar mucho más dinero del que podrían hacer en Detroit. Cuando termina la noche en un bar local, Zola se da cuenta de que el negocio no era bailar sino prostituirse (algo que no estaba en sus planes). Son casi 48 horas sin dormir, viajes en medio de la noche, habitaciones de hotel, estrategias comerciales y de supervivencia. La película contiene la versión de Stefani, Jessica en la vida real (en base a su posteo de Reddit).
Cuando alguien le preguntaba a Mother Jones dónde vivía, ella respondía “allí donde haya una pelea”. Y ahí se la ve acompañando a los mineros de Warrior Met Coal de Alabama en pleno 2021. Desde abril, los mineros y sus familias pelean por mejores salarios y condiciones laborales. Denuncian que el fondo de inversiones BlackRock tiene la mayoría de las acciones de la minera, que había declarado la quiebra y eliminado todos los derechos a sus trabajadores. Mary Harris, conocida como Mother Jones, organizó a los mineros y sus esposas a principios del siglo XX, militó en organizaciones clandestinas, apoyó la Revolución mexicana y se hizo socialista. Los gobernadores le tenían miedo y los fiscales la perseguían, no por nada se ganó el título de “la mujer más peligrosa de Estados Unidos”.

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