Es imposible no empezar diciendo que están perpetrando un genocidio en Gaza. No hay día que no te lo cruces en las redes sociales, no hay algoritmos capaces de esconderlo. Las banderas palestinas volvieron a la calle en muchas ciudades europeas y hubo protestas en varios lugares del mundo cuando el ejército israelí interceptó a la Flotilla Global Sumud, que intentaba llevar ayuda humanitaria a Gaza.
El poeta palestino Marwan Makhoul escribió que volver a escuchar a los pájaros era la condición para dejar de hacer poesía política. Plestia Alaqad, una periodista y poeta gazatí también escribe en Los ojos de Gaza. Un diario de resiliencia (Debate, 2025) sobre los pájaros: “Solo en Gaza;/ Te duermes contando cohetes en lugar de estrellas./ Te despiertas -si te despiertas- con el sonido de las bombas y no de los pájaros”. Otro fragmento dice: “Solo en Gaza;/ Se celebran cumpleaños mientras de fondo resuena la guerra”.
Esa duplicidad me recordó un texto hermoso del cronista John Lee Anderson sobre Afganistán que se llama “Los afganos aman las flores”. Anderson -que conoce bien ese país- cuenta el Afganistán que no es el Talibán o las guerras, habla de un pueblo que no solo es musulmán, es hospitalario, ama la música y ama la naturaleza. También me hizo acordar a la obra de teatro Paz (escrita y dirigida por Antonio Villa, la interpreta Laura Paredes), que sigue a una reportera gráfica que cubre una guerra lejos de su casa y, al mismo tiempo, vemos su guerra interna. En sus dilemas sobre cómo mostrar la guerra, se cruza con el día a día de los territorios ocupados, una especie de cotidianidad absurda pero vital, como festejar un cumpleaños “mientras de fondo resuena la guerra” . Si estás en la ciudad de Buenos Aires y te apurás todavía podés verla en el teatro Verdi (fabuloso y fantasmal) de La Boca.
Plestia escribe una suerte de diario con poemas y crónicas, pero ella no quiere hablar solamente de la ocupación israelí ni de las bombas. Recuerda a una profesora que le dijo que a “los medios internacionales solo les interesan las noticias sobre Gaza cuando se produce una agresión israelí. Parecería que los ojos y oídos del mundo no están interesados en la vida palestina, solo en su muerte”. Ese es su sueño, contar la vida en Gaza. No lo abandona, ni siquiera después de haber sido desplazada con su familia, aun lejos añora los jilgueros de Gaza y cierra su libro con las palabras “inquebrantable esperanza”. El último capítulo titulado “Fin” consta apenas de una frase: “¿Cómo se supera un genocidio?”. La pregunta, creo, incluye otra dirigida a nosotras, nosotros, nosotres: ¿Cómo vamos a frenarlo?
Autoritarismo y libertad
La “normalidad” argentina actual incluye al menos un momento en el día dedicado a las deudas y la especulación financiera. Sin importar la escala, nos quita el sueño porque las deudas nos consumen la vida (la tarjeta de crédito, las billeteras virtuales, la deuda externa, todo es deuda). En “Contra el autoritarismo de la libertad financiera” (Tinta Limón, 2025), Verónica Gago y Luci Cavallero indagan sobre la “libertad financiera” y un trabajo que cada vez ocupa más horas, que definen como “trabajo financiero no pago”. En el libro proponen una “doble dimensión” de ese trabajo: “gestionar los pocos y devaluados ingresos y deudas a través de plataformas y aprovechar pequeñas posibilidades ‘especulativas’ para perder un poco menos (pasar dinero de una billetera virtual a otra para aprovechar beneficios)”. Con la pandemia y la imposibilidad de sectores informales de generar ingresos, se consolidan herramientas financieras, se normaliza y se entrena a las personas en la precariedad. Además, señalan las autoras, gestionar el día a día en esa precariedad puede configurar subjetividades que se sienten a salvo de la imagen de “parásitos” aplicada a personas beneficiarias de programas públicos o de “víctimas” de la “promesa salvadora” del Estado. Es interesante pensar cómo empalman esas subjetividades con la construcción de “los argentinos de bien”, el relato moralizador por excelencia de La Libertad Avanza.
Ninguna tendencia es absoluta pero el entrenamiento y la “privatización” de la gestión de la austeridad dejan marcas en la subjetividad de trabajadores, trabajadoras y sectores populares. Ese “emprendedorismo” de la precariedad se reproduce en un contexto de discursos individualistas e impugnación de lo colectivo. La “libertad financiera”, explican, “refuerza un aspecto moralizador” que no puede subestimarse: “ejerce una penalización contra ciertas formas de vida donde lo comunitario se catalogará como improductivo y todo lo ‘colectivista’ pasa a ser leído como disvalor”. El desprecio a los movimientos de trabajadores y trabajadoras, el movimiento feminista y cualquier movilización o agrupamiento acompaña esa penalización y es argumento de represión estatal, recortes presupuestarios y eliminación de políticas públicas (sobre todo aquellas destinadas a paliar desigualdades, aun de forma insuficiente).
Este camino no se inicia con Javier Milei y en ese sentido el libro apunta aspectos interesantes sobre tendencias que surgen durante los gobiernos de Mauricio Macri y de Alberto Fernández. A propósito de este último, las autoras proponen una lectura crítica de los mecanismos de inclusión financiera. Al analizar la restricción del refuerzo de ingresos (IFE) en 2022, se encuentran con mecanismos de “moralización, penalización y control” sobre sectores precarios de la población. Las restricciones significaron la suspensión del ingreso a personas que habían realizado compras en moneda extranjera (ya sea juegos infantiles, Netflix o directamente compra de dólares). El acceso a un subsidio condiciona “a las personas usuarias a determinados patrones de conducta y de consumo”. Las autoras proponen revisar el “lenguaje de la inclusión” que “acopla la tenencia de una cuenta bancaria o bien de una billetera virtual con el acceso a derechos”. Me parece una alerta interesante, más cuando algunas de esas políticas se presentaron como inclusión “con perspectiva de género” de un gobierno que priorizó los intereses de las empresas, los ricos y los acreedores de la deuda externa. En ese contexto, la apropiación oficial de ciertos discursos e imágenes feministas encaja bastante bien en el concepto de “neoliberalismo progresista” de la filósofa estadounidense Nancy Fraser, una especie de cobertura progresista para una agenda económica que empeoró la calidad de vida de la mayoría.
En un sentido opuesto, el gobierno actual coloca al movimiento feminista en el lugar de enmigo a combatir y un culpable perfecto del fracaso del gobierno de Alberto Fernández. Aunque el argumento se filtró a algunos sectores del peronismo, es característico de las narrativas de derecha y ultraderecha actuales que ubican al antifeminismo y la reacción patriarcal en un lugar central. Escenarios como este refuerzan invisibilizaciones, como la de los hogares monomarentales, que combinan prejuicios y desigualdades. Estos hogares están sobrerrepresentados en el endeudamiento familiar, no solamente por la caída de los salarios o la dificultad de generar ingresos sino también por la sobrecarga de trabajo no remunerado (un servicio no disponible por falta de infraestructura o porque no podemos pagarlo se traduce en más horas de trabajo gratuito que casi siempre realizarán una mujer, una adolescente o una niña).
Las reflexiones sobre el endeudamiento no se limitan a su impacto en la vida cotidiana. En un paisaje de precarización laboral y fragmentación de la clase trabajadora, las deudas y las horas que dedicamos a ese “trabajo financiero no pago” suelen representar un obstáculo para la organización, la construcción de herramientas políticas para transformar la realidad y muchas veces para pensar horizontes más allá de la subsistencia.
Bibliografía obligatoria
Hablando de hogares monomarentales, se publicó el informe “Hogares monomarentales en Argentina: una mirada estructural” de la Fundación SES y Las que Cuentan. En el informe abordan los cruces entre el trabajo de cuidados y la evasión de las responsabilidades económicas de la crianza. Calculan que las cuotas alimentarias no percibidas equivalen al 2,7 % del PBI argentino. Y si se suma el valor del trabajo de cuidados no remunerado, el porcentaje llega al 18,6 %.
El triple femicidio de Brenda, Morena y Lara obligó a un aprendizaje acelerado de los nexos que existen entre femicidio y narcotráfico desde el origen de la palabra. En La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado (Tinta Limón, 2013), la antropóloga Rita Segato explica cómo se usan “los cuerpos como territorio de inscripción”, las mujeres -dice Segato- “ocupan ese lugar de bastidor”. Sobre los cuerpos se escribe una violencia que no termina con el narcotráfico, “hay una estrategia dirigida a algo mucho más central, una pedagogía de la crueldad en torno a la cual gravita todo el edificio del capitalismo”.
Parroquiales. Hay un nuevo episodio de Fuera del algoritmo sobre juicios. Películas sobre juicios, libros sobre juicios, series sobre juicios. Hablamos de El pueblo versus O. J. Simpson, Howl, Argentina 1985 y Rashomon. El viernes 26 de septiembre hicimos el primer encuentro de la comunidad de El Círculo Rojo (podés escucharnos y vernos los sábados en Radio Con Vos). Fue una primera experiencia pero vamos a repetir para no perder la costumbre de encontrarnos, vernos las caras cuando una persona dice algo, escucharnos y quedarnos con alguna idea que nos gusta (porque nos parece bien o nos hace pensar en otras). Creo que la política también es eso. En nuestra página podés ser parte de nuestra comunidad y colaborar económicamente según tus posibilidades. Como siempre, si querés contarme algo, escribime respondiendo este correo. Si querés leer las entregas anteriores, las encontrás acá.

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