11/9/25

La importancia de llamarse Belén

 


La primera vez que fui a una marcha por la libertad de Belén no sabía que ese no era su nombre real. Solo sabía que era una mujer joven de Tucumán que había ido al hospital porque se sentía mal y terminó presa después de un aborto espontáneo. Antes de ser Belén fue una víctima anónima del afán punitivo del Estado, que condena a las mujeres pobres sin acceso a la salud ni a la justicia. 

La noche de 2014 en la que esa chica llega al hospital es la primera escena de Belén. La película, basada en el libro Somos Belén de la abogada y comunicadora Ana Correa, reconstruye la historia de la causa que se peleó en los tribunales pero sobre todo en la calle. En la pantalla, Belén habla poco pero cada silencio y cada gesto de la actriz Camila Pláate te trasladan al hospital Avellaneda, al penal de Santa Ester y a los tribunales de Tucumán. La película, dirigida y protagonizada por Dolores Fonzi y coescrita con Laura Paredes, se estrena el 18 de septiembre en el cine Gaumont de la ciudad de Buenos Aires muy cerca del Día de Acción Global por el Aborto Legal y Seguro. Ojalá vuelvan a juntarse muchos pañuelos verdes

Belén estuvo presa más de dos años. Tuvo que atravesar un juicio lleno de irregularidades, con la carátula de “homicidio doblemente agravado por el vínculo y alevosía”, pruebas recolectadas de forma ilegal y una defensa negligente. Los jueces Dante Ibáñez, Fabián Fradejas y Néstor Macoritto la condenaron a ocho años de prisión. Cuando asumen su defensa Soledad Deza y un grupo de abogadas y organizaciones feministas, Belén abandona la sombra y el silencio y se transforma en una causa colectiva. Marchas, protestas, acciones en plazas, en escuelas, en universidades, en la televisión; Belén se transforma en una lucha compartida y, de a poco, en el nombre de todas. Amanecía la ola feminista de 2015 en Argentina y con esa energía se empezó a escuchar “Si Belén está presa no hay #NiUnaMenos” (sin saberlo, agitaría las aguas antes de la marea por el derecho al aborto legal). “Libertad para Belén” reza todavía algún stencil en la pared de una ciudad, una voz que todavía suena, un susurro que recuerda de lo que somos capaces. Belén fue liberada en 2016 y absuelta en 2017. Cuando abandonó el penal, dejó de ser una sola para ser muchas.

Algo poderoso que se ve en Belén es que su libertad se construyó en la calle. Es un recordatorio de la potencia de la movilización, para no olvidarnos nunca de que la reacción antifeminista es proporcional a la fuerza de nuestra lucha. Esa fuerza no depende de un resultado electoral, nunca se redujo a un ministerio ni a una política pública (aunque las defendamos de los ataques de hoy y los desfinanciamientos de siempre). Somos mucho más que cualquiera de esas cosas, siempre que estemos dispuestas a defender lo que conquistamos y a levantar la voz. 

Cárceles y presas 

Hablando de cárceles, creo que Belén plantea un contraste interesante con las imágenes de la cárcel que se ven en la serie En el barro. En la película, la cárcel es un lugar silencioso, lento y solitario (en todos los sentidos posibles), no pasa nada durante demasiado tiempo. No es un eje de esta historia pero deja abierta la conversación de quiénes miran, quiénes cuentan y qué quieren contar.

Hablando de presasPresas por parir es una serie documental sonora de la Red Federal de Periodistas y Comunicadoras Feministas. En sus episodios se escuchan testimonios de mujeres privadas de su libertad, abogadas y especialistas que reflexionan sobre el entramado de mandatos y discursos que coloca a muchas mujeres en el banquillo de las acusadas. No existen registros ni estadísticas, tampoco es fácil saber cuántas son porque muchas veces se usan carátulas de “homicidio” (como hicieron con Belén). La investigación La criminalización por aborto y otros eventos obstétricos en la Argentina registró 1532 causas por aborto y 37 por eventos obstétricos entre 2012 y 2020. La mayoría de las mujeres criminalizadas son pobres, jóvenes (tienen menos de 30 años) y madres. 

¿Por qué sigue habiendo presas si el aborto ya no está criminalizado? La abogada Natalia Saralegui (una de las autoras del libro Dicen que tuve un bebé, Siglo XXI) explica que “al haber utilizado tipos penales distintos, en las causas que ya están abiertas no opera la extinción de ese delito, sino que hay que pensar estrategias judiciales que permitan la revisión de esas condenas e, incluso, la reparación a esas mujeres que hoy siguen en prisión injustamente”. Rosana Fanjul, de la comisión “Libres las queremos”, dice que cuando entró en vigencia la ley 27.610 de interrupción voluntaria del embarazo, “el Estado tendría que haberse ocupado de revisar esas causas”. “Desde la Campaña le transmitimos (al gobierno nacional entonces -del Frente de Todos) la información recolectada en el informe, pero no se accionó”. Se publicitaron reuniones en ministerios y secretarías pero las causas se mantuvieron y las presas siguieron presas. Las liberaciones (como la de Ana en 2022, en Corrientes) fueron resultado de la acción de abogadas, colectivos feministas y de derechos humanos. Hay una explicación de fondo: la legalización es una conquista importante, atiende un problema de salud pública y de derechos pero no puede por sí sola borrar la criminalización. Aquello que se considera un crimen no se construye solamente en los juzgados y los códigos penales, se alimenta de prejuicios y desigualdades que se reproducen todos los días y no se disuelven cuando se promulga una ley. Por eso, “es ley” es un piso y nunca un techo. 

Bibliografía obligatoria

discutime el silencio en que me ahogo

elegime entre el mundo porque soy un árbol y una imbécil

votame porque soy dulce porque hiero cada minuto de tu corazón [...] 

N O L E D I G O T U N O M B R E

N I A L O S P Á J A R O S 

P O R Q U E T U N O M B R E E S M Í O

Las estrofas de este poema sin título ni fecha exacta están publicadas en Por el camino de Newark y otros poemas (Nebliplateada) de Martha Ferro. La compilación es de Juan Queiroz. Martha fue periodista de policiales, escribió en Crónica y la revista Esto! cuando las mujeres no pasaban ni cerca de esas secciones y las hizo su trinchera contra el gatillo fácil y la violencia institucional. Militante trotskista, “feminista socialista de las cosas concretas” escribe sobre ella Adriana Carrasco. “Queer antes de tiempo” la define María Moreno en la contratapa del libro, karmática, como se “decía lesbiana en el universo Ferro”. Martha nunca estuvo en Newark pero el poeta Allen Ginsberg, a quien admiraba y que motivó su viaje a Estados Unidos, había nacido en esa ciudad y por eso el título. Cuando vuelve de sus años beatnik en Nueva York en 1974 se hace militante: “vuelvo por una sola cosa. REVOLUCIÓN”, escribe en una carta. 

En el libro hay poemas inéditos y otros publicados en Come Out! (la revista del Gay Liberation Front de Nueva York), en Todas (la revista del Partido Socialista de los Trabajadores de la que fue editora) o en El corno emplumado, que publicó por primera vez en castellano a Allen Ginsberg. El corno emplumado lo editaba Margaret Randall, que también llegó a Nueva York alumbrada por Ginsberg y los beat (Tinta Limón editó su biografía hace unos años, Nunca me fui de casa. Poeta, feminista, revolucionaria).

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