25/8/25

Cinco años de “es más complejo”

 



En el episodio 4 de la serie Mrs. America, Gloria Steinem dice: “somos un movimiento político, no una hermandad”. Lo cito como si fuera una persona, aunque seguramente no sea textual. De hecho buscando algún rastro de esa idea, encontré este textual de Betty Friedan: “Esta no es una pelea de pareja, somos un movimiento político”. Steinem y Friedan eran dos dirigentes (a veces enfrentadas) del movimiento de liberación femenina en Estados Unidos. 

Más allá de la ficción, me interesa lo de “somos un movimiento político”. Algo que me parece importante hoy, cuando el feminismo está marcado por una contradicción (me quedo corta). Nunca fue tan relevante y, a la vez, nunca fue tan utilizado como parte del discurso de la democracia con “igualdad de género” en las sociedades capitalistas, construidas sobre desigualdades que persisten y crecen. Ese feminismo no es incontestado, pero entre las visiones que lo cuestionan también se abonan visiones o ideologías que terminan despolitizando un movimiento, justamente, político. 

Así empezaba la primera entrega de No somos una hermandad el 25 de agosto de 2020. Esta newsletter nació de charlas con mis compañeros y compañeras de El Círculo Rojo, un programa de radio que se fue transformando en una comunidad de ideas, conversaciones, artículos, algún libro e intercambios con acuerdos y diferencias. Hace poco “formalizamos” y ahora somos una comunidad con-todas-las-letras a la que podés sumarte (varias veces me preguntaron si tenía “cafecitos” o alguna otra forma de apoyar estas entregas, ahora existe en forma de comunidad). 

Las otras feministas

En la década feminista que inauguró Ni Una Menos hubo debates intermitentes sobre las feministas de derecha. Siempre me interesó esta discusión porque es una mamushka de debates. En la campaña presidencial de Estados Unidos de 2016 (que ganó Donald Trump para sorpresa de casi todo el mundo), Hillary Clinton era “la candidata feminista” y críticas como las de Nancy Fraser (que sostenía que encarnaba el feminismo neoliberal) no eran tan populares. Ya en la era Trump, cuando referentes de nuevas y viejas derechas como Ivanka Trump o Marine Le Pen empezaron a utilizar discursos o imágenes feministas algunos sectores se apuraron a decir “de ninguna manera”. Como a mí me interesa el “es más complejo”, primero me preguntaría cuán diferente es esa utilización a la que hacen figuras como Hillary Clinton, “la candidata feminista”. O, más interesante todavía, ¿cuánto allanó la deriva neoliberal el camino con sus narrativas de empoderamiento pasteurizado y libre elección despojadas de cualquier crítica a la desigualdad de origen en el capitalismo?  

Hoy, en épocas de reacción antifeminista, el debate reaparece con nuevas preguntas. De eso se trata Sin padre, sin marido y sin estado. Feministas de las nuevas derechas (Siglo XXI) de Melina Vázquez y Carolina Spataro. Algo muy interesante del libro es que no se limita a las figuras públicas sino que indaga en qué moviliza a las mujeres que se organizan en espacios liberales/libertarios, se definan o no feministas. Pasaron por El Círculo Rojo y conversamos sobre su libro. Acá pueden ver la charla completa

Lo que más me interesó del libro fue conocer sus ideas y referentes, sobre todo de las más jóvenes que crecieron en la década feminista. En esas ideas y lecturas creo que está su “es más complejo”, diferentes a los discursos conservadores que más resuenan en La Libertad Avanza (aunque los espacios liberales no empiezan ni terminan ahí). Encuentro más contradicciones que confluencias entre las identidades liberales-libertarias actuales y los feminismos, sobre todo entre la dimensión colectiva de la lucha feminista y el individualismo o entre señalar problemas sistémicos en la “igualdad” en el capitalismo y el conflicto de mérito y oportunidades, por ejemplo. Varias de sus críticas a la estatización desafían sentidos comunes instalados por el feminismo institucionalizado, que también son discutidos por izquierda; sin embargo creo que el antikirchnerismo pesa más en muchas de sus construcciones. 

Una de las preguntas que apareció en mi lectura es qué definía más esa extraña intersección, la potencia de un movimiento amplio y heterogéneo como el feminista (con muchísimos debates) o la extensión de las nuevas derechas. Yo me inclino por la primera, que creo que explica también la utilización que hacen (con diferentes signos) partidos políticos del establishment, gobiernos y hasta estados. Ellas responden que es más complejo y eso para mí es motivo suficiente para leerlas. 

7/8/25

Ni señora ni señorita

 



Para escribir una poesía 

que no sea política

debo escuchar a los pájaros

Pero para escuchar a los pájaros

hace falta que cese el bombardeo

(“Hacia ningún lado”, traducción de Alí Calderón)

Las estrofas pertenecen al poeta palestino Marwan Makhoul y resumen en muy pocas palabras la respuesta a las variaciones del reclamo “me caés mejor cuando hablás de feminismos, sufragistas y cultura pop”. Aunque casi nunca se trata solamente de eso, respondería lo mismo: cuando vuelvan a escucharse los pájaros.

Es cada vez más difícil cerrar los ojos y no pensar en la hambruna en Gaza y la ocupación del Estado de Israel. Organismos de derechos humanos israelíes como B’Tselem ya hablan de “nuestro genocidio”, ningún eufemismo alcanza. Crece el repudio internacional. La barbarie queda en evidencia, incluso para quienes guardaron silencio durante demasiado tiempo. 

En realidad, no existe conflicto de agendas entre los feminismos y la denuncia del genocidio en Gaza. Todo lo contrario. El Movimiento Mujeres de Palestina – Alkaram, una organización de palestinas en la diáspora, hizo un llamado urgente a las feministas en todo el mundo: “¡La lucha por Palestina es una lucha feminista! No nos fallen”. Las mujeres componen el mayor grupo de víctimas mortales en Gaza (el 70 % junto con niños y niñas), 60 mil embarazadas viven en pésimas condiciones bajo la ocupación con hambre, malnutrición y acceso inadecuado a la salud. Eso sin contar las tragedias cotidianas que suelen ignorarse como menstruar sin agua potable, toallas sanitarias ni tampones (muchas toman noretisterona para evitar la menstruación, con consecuencias para su salud). Pero por sobre todas las cosas, lo que nos une a las palestinas es la lucha por la libertad y contra la opresión. Nuestra solidaridad es con ellas y su pueblo, nunca con estados colonizadores ni ejércitos invasores que disparan contra alguien que espera un plato de comida. 

En Argentina intelectuales y artistas impulsan la declaración Gaza, antes de que sea demasiado tarde (podés sumar tu firma acá) y el 9 de agosto volvemos a marchar en muchas ciudades del país. Ojalá nos encontremos ahí. 

Ni señora ni señorita 

Hace unas semanas, HBO estrenó el documental Dear Ms: A Revolution in Print (algo así como Estimada Ms.: una revolución impresa). El 20 de diciembre de 1971 salió a la calle el número de prueba de la revista Ms.; un presentador de noticias popular de la época, Harry Reasoner, se burló, les pronosticó el fracaso y dijo que en seis meses se les acabarían los temas. La revista agotó los 300 mil ejemplares que había distribuido y se publica hasta el día de hoy (Reasoner reconoció unos años después que se había equivocado). Ese primer número nació de la idea de una periodista que escribía en revistas femeninas (que no leía, como otras periodistas) y creía que no existía todavía una publicación que mostrara el mundo como lo vivían las mujeres. Esa periodista era Gloria Steinem, la idea se le ocurrió cuando fue a cubrir una de las primeras reuniones del movimiento feminista a inicios de la década de 1970 en Nueva York. Gloria cuenta que sentía que los testimonios de esas mujeres contaban su propia vida, algo que le pasó a muchas que empezaron a organizarse para nombrar al que Betty Friedan había llamado el malestar sin nombre unos años antes. (A propósito, la dupla Steinem-Friedan tiene mucho que ver con el nombre de esta newsletter.)

El documental cuenta algo del camino de la publicación que desde el comienzo quiso ser una revista “para todas las mujeres”. De ahí su nombre Ms., que en inglés es una forma de referirse a una mujer cuando no conocés su estado civil o es irrelevante. Ni señora (Mrs.) ni señorita (Miss). De las cosas que más me gustaron: la ambición y la heterogeneidad de Ms. decía algo de muchos grupos feministas que querían convencer y transformar no solamente su realidad sino la de la mayoría de las mujeres. Escribían sobre aborto, trabajo, racismo, amas de casa, familia, lesbianismo, orgasmos, fueron una de las primeras casas del debate a favor y en contra de la pornografía, le pusieron nombre al acoso sexual y hablaron abiertamente de violencia machista. La revista recibía miles de cartas de mujeres de todo el país, las lectoras que la habían estado esperando sin saberlo, pero nada de ese reconocimiento anuló críticas o debates y el documental muestra bastante de eso. 

La crítica al universalismo de las feministas blancas está muy presente, desde la amargura de las escritoras negras que leían y publicaban en Ms. pero no se sentían iguales en las páginas ni en las reuniones de comité editorial hasta el diálogo descarnado que intentaban feministas negras como Dorothy Pitman Hughes, cofundadora de la revista, amiga de Steinem e imagen icónica de ese momento feminista. “Cuando vamos juntas a algún lugar a ella [Gloria] la reciben con sexismo, en la mayoría de los casos, y a mí inmediatamente me reciben con racismo. Es muy difícil para mí hablar de forma directa a mis hermanas porque las mujeres blancas deben entender, deben saber que la hermandad es casi imposible entre nosotras hasta que comprendan que ustedes también contribuyen a que yo sea oprimida por ser una mujer negra”. 

Lo que me dejó gusto a poco fue el recorte excesivo del contexto político, algo de lo que Ms. jamás renegó, más bien siempre se sintió parte y muchas veces protagonista, no por nada Gloria Steinem dice en una entrevista en la televisión: “no somos una revista, somos un movimiento político”. En un cameo de la acción callejera, la escuchamos como oradora y no como cronista: “este sistema inhumano de explotación solo cambiará si nosotras forzamos el cambio y lo hacemos juntas”. Si también te queda gusto a poco o tenés ganas de ver más después de Dear Ms: A Revolution in Print, buscá en Youtube Ella es hermosa cuando está enojada

Rosario, Puerto Rico, Irlanda 

Vi la charla de la historiadora Cristina Viano con la gente de Casa Marx Rosario sobre los rosariazos y la reconstrucción histórica a partir de imágenes, y me detuve en algo que dice Cristina sobre cómo se piensa la participación de las mujeres. Puede parecer una obviedad pero solemos pasar por alto que nuestra mirada sobre el pasado se construye en el presente y cuando ese presente se ve trastocado (por ejemplo, por los feminismos) aparecen preguntas nuevas o cambia la forma de preguntar y lo que preguntamos. Otras veces no advertimos que nuestra mirada y nuestras preguntas al pasado están formateadas por ideas sobre los momentos históricos. Pienso en las olas feministas (que no fueron globales aunque tuvieron impacto histórico e internacional, además de aportar debates valiosos), que a veces nos hacen preguntar de forma imprecisa y podemos pasar por alto la gran participación de las mujeres en acontecimientos como los rosariazos porque no tiene “agenda feminista” que -como menciona Cristina en la charla- se construyó más de cerca de los años 1980. Ser protagonistas y participar con “agenda colectiva” no solo no tiene un valor menor sino que es parte de la lucha emancipatoria y una parte muy importante.

Nada que ver con nada pero estuve escuchando el Tiny Desk de Bad Bunny, donde reversiona canciones de Debí tirar más fotos, un disco homenaje a Puerto Rico. No soy especialmente fan pero llegué por la curiosidad que me había generado “El apagón - Aquí vive gente”. En ese video hablaba de los apagones luego de la entrega de la electricidad de Puerto Rico a la empresa Luma Energy y la expulsión de pobladores y pobladoras de sus comunidades, sobre todo después de la sanción de la ley 60 con exenciones impositivas a los extranjeros que se mudan a la isla y la convierten en un patio de juego de estadounidenses ricos. En Debí tirar más fotos hay mucho más de eso, con ritmos tradicionales y referencias al orgullo puertorriqueño, como “Lo que le pasó a Hawaii” (un llamado a “no abandonar la bandera ni olvidar el lelolai” cuando avanza el neocolonialismo en forma de gentrificación y privatización), o en “La mudanza” (“aquí mataron gente por sacar la bandera. Por eso es que ahora yo la llevo donde quiera”). La “bandera azul clarito” prohibida durante muchos años se volvió un símbolo de resistencia y orgullo frente a Estados Unidos. No descubro nada si digo que las “nuevas canciones” son música para los oídos de una generación que tiene las movilizaciones de 2019, las protestas contra los apagones y la asfixia imperial como banda sonora. Los negocios siempre son parte de la ecuación, pero no creo que borren el diálogo entre los y las artistas y su público, mucho más complejo de lo que quisiera la industria musical.  

Cuando escucho “aquí mataron gente por sacar la bandera” pienso en Constance Markievicz. En 1911 cuando el Rey George V del Reino Unido visitó Irlanda, Constance participó de las protestas, instaló una bandera que decía “Querida tierra aún no has sido conquistada” e intentó prender fuego el estandarte británico. Fue la primera de sus muchas entradas a la cárcel. No escribía canciones pero sí poemas, también era una excelente francotiradora. Cuenta la leyenda que cuando derrotaron el levantamiento de 1916, Constance besó su revólver antes de entregarlo a las autoridades. Hace un tiempo conté su historia acá

24/7/25

Resistir, insistir, persistir

 



“Una línea de producción no trabaja según el estado de ánimo que uno tiene, trabaja a la velocidad de la máquina. Vos podés estar cansado, desganado, podés ir con 20 mil problemas pero las ganas de trabajar no las podés bajar porque vos tenés que encajar [en] lo que la máquina te manda. O sea, ¿210 golpes? Bueno, vos tenés que trabajar a 210 golpes”. La que habla es Elizabeth, maquinista y sacadora en la línea de producción de la fábrica Georgalos. La despidieron (a ella y otros cuatro trabajadores) por adherir a un paro convocado por el Sindicato de la Alimentación. La empresa, envalentonada por los atropellos del gobierno nacional y el dejar hacer del gobierno de la Provincia de Buenos Aires, viola el derecho a huelga (un derecho básico consagrado en la Constitución). 

Elizabeth advierte que Georgalos la deja en la calle con 53 años, igual de lejos de la edad jubilatoria que de la posibilidad de reinsertarse laboralmente. Está decidida a resistir. “¿Qué le dejo a mis hijas si no peleo? Las mamás que somos en su mayoría solas, que peleamos solas, no vamos a bajar los brazos, a no bajar los brazos, a unirse”. Habla el lenguaje de las que no aceptan resignarse porque saben que su lucha es justa y que la falta de un ingreso estable se transforma demasiado rápido en mayor endeudamiento, más trabajo no pago y más desigualdad. 

Las deudas son de nosotras 

En un escenario económico complicado e incierto, el endeudamiento se suma a la lista de problemas de los hogares argentinos: informalidad, bajos salarios, sobreempleo. Un informe del Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas de mayo de 2025 decía que el 91 % de los hogares está endeudado. La red flag es que el 73 % de las deudas se contrajo en 2024 y el 15 % en lo que va de este año. El 58 % de la deuda con tarjetas o billeteras virtuales es para comprar alimentos.

En este contexto, se multiplican las actividades para generar ingresos. Vendedoras y vendedores de productos y servicios vía estados de Whatsapp y redes sociales, manteros digitales los llama Matías Mora Caceres. Este universo de subsistencia se inserta en el del juego online con los denominados “cajeros”, que reciben apuestas y pedido de fichas para casinos virtuales. La mayoría de los cajeros son cajeras: mujeres jóvenes, precarias o sin empleo que se las rebuscan mientras cuidan y realizan trabajo reproductivo no pago. A contramano del discurso oficial que endulza la “libertad de ser tu propio jefe”, Matías dice que “detrás de este fenómeno no hay una elección libre o emprendedora, sino una necesidad estructural”, que crece mientras se destruyen empleos asalariados formales (como el de Elizabeth en Georgalos).

La mayoría de estos fenómenos no son nuevos pero se intensifican. Pasa lo mismo con la feminización del endeudamiento, por la sobrerrepresentación de las mujeres entre trabajadores pobres y su rol preponderante en las tareas reproductivas y de cuidados. Esto último se ve agudizado, a su vez, por la reducción o eliminación del acceso a salud, educación y otros aspectos sociales de los cuidados que recaen sobre mujeres, adolescentes y niñas. En estos rincones se reproducen y aumentan las desigualdades, no es un problema identitario o biológico, es social.

Las mujeres suelen encargarse también de la gestión de la deuda familiar. Algo que se transforma en una “autogestión del ajuste”, como lo llama Verónica Gago. Esa autogestión mediante la deuda privada, explica, genera “un tipo de obediencia a futuro que es muy fuerte en el sentido que es una obediencia que te condena, por ejemplo, a estar produciendo estabilidad todo el tiempo, vos mismo no querés que haya una crisis porque estás endeudado, entonces necesariamente estás produciendo estabilidad en condiciones críticas”. Parece que está hablando hoy pero es una entrevista de 2018 desesperadamente actual. En Una lectura feminista de la deuda (Tinta Limón), junto con Luci Cavallero explican las dimensiones de género (que se entrelazan con otras) del endeudamiento y cómo funciona “como un mecanismo compulsivo para el sometimiento a la precarización (condiciones, tiempos y violencias del empleo), reforzada moralmente como economía de la obediencia”. 

Hablando de deuda y vida cotidiana, hace unas semanas, conversamos con Verónica en El Círculo Rojo sobre las implicancias que puede tener esa presión constante en sectores de la población. Esta charla es parte de un ciclo, una especie de conversación amplia, que fuimos armando en nuestro programa de radio

El poder de la conversación

Estuve leyendo Funk sin límites. Un diálogo reflexivo (edicions bellaterra, 2020), una conversación entre la teórica y activista feminista bell hooks y el teórico cultural Stuart Hall en 1996 sobre mil temas. Quizás te suene anacrónico leer una charla de hace casi treinta años, pero hay algo atractivo en su forma y sus tiempos, que hoy parecen imposibles. Ya le parecían imposibles al sociólogo Paul Gilroy que escribe el prólogo en 2018: “la poesía insurgente de la transformación social ha sido simplificada y la agenda de la liberación ha sido reducida (...) comprimidas para que puedan encajar en el espacio mínimo proporcionado por las citas y los hashtags, tuits y memes, ‘me gusta’ y seguidores”. En el libro pasa todo lo contrario, no se reduce, se ensancha, se abre.  

El tiempo atraviesa la conversación como una constante de la reflexión crítica. En varios pasajes Stuart Hall se mira a sí mismo, se ríe y se critica. Hall comparte ideas con el movimiento feminista pero también identifica sus reticencias, cuenta las tensiones que le provocaba la “posición patriarcal” y las contradicciones que generaron en su actividad académica. Nada de lo que cuenta es autocelebratorio y quizás esa es la mejor parte: “compartía el trabajo doméstico, eso no me molestaba. Me gustaban las cosas familiares, cuidar la casa y cuidar a los niños, pero la idea de que me callara, que dejara de hablar, que todos dejáramos de hablar durante unos veinte años, y que les dejáramos hablar a ellas era muy, muy difícil”. 

Me llamó la atención la actualidad que tienen algunos pasajes sobre la nostalgia y la familia: “...las resistencias también provienen de cierta nostalgia por una forma de vida anterior”, dice Hall. bell hooks propone disputar el hogar y la familia como espacios meramente conservadores y reaccionarios porque “mientras el hogar sea ese regreso nostálgico al hogar patriarcal, nunca podrá permitir que el feminismo entre por la ventana o por la puerta”. Una idea similar está presente en su libro Todo sobre el amor (Paidós), donde propone devolverle al amor un lugar relevante en los debates y reflexiones de los movimientos contra la opresión, como una forma de dar batalla a las ideologías new age y las religiones organizadas que la preocupaban a comienzos de los años 2000; hoy seguramente agregaría a las nuevas derechas, que explotan la nostalgia de esa idea de familia y “vida anterior”. Conversan sobre sexo, deseo, masculinidad, la idea de la homosexualidad como destrucción de la familia (y su impacto específico en poblaciones oprimidas), la monogamia. 

Vuelvo a la cuestión del tiempo. En la charla aparecen reflexiones sobre el feminismo o el movimiento antirracista, con la mediación del tiempo que permite observar tensiones o sacar conclusiones diferentes. Varias son críticas duras pero nunca abandonan sus perspectivas emancipatorias, más bien buscan profundizarlas. bell hooks dice que el movimiento feminista “casi se muere de asfixia al eliminar toda posibilidad de humor y de trato humorístico y lúdico de cosas que tienen implicaciones serias” y así, explica, pierde algo de vigor. También aparece el tiempo como un escenario diferente al del fragor de los acontecimientos, del debate en caliente. Dicen que desde 1980 no era cool hablar de liberación sexual y monogamia pero insisten, no dejan de hacerlo. Me encontré con discusiones vitales pero, sobre todo, con una idea diferente de los tiempos del debate de ideas, de poner en valor las conclusiones de momentos y movimientos, de resistir retrocesos y reacciones, de insistir aunque no sea vistoso y de persistir aunque parezca que nadie está escuchando, una tarde calurosa en Londres en 1996 o un día frío en Buenos Aires en 2025. 

Una de vaqueros

Al oeste: capítulos I y II es una obra de teatro de Martín Flores Cárdenas. En el escenario, blanco y vacío como una hoja en blanco, se ve una parte del artificio del teatro. Algo así como una indagación sobre la creación y la creatividad, qué hace obra a una obra, ¿es la idea? ¿la forma de escribir? ¿de actuar? La otra persona en escena, además de Martín, es Pablo Ragoni que interpreta al pobre vaquero de este work in progress, confundido sobre su origen y su propósito. ¿Por qué él y no un gaucho? ¿Cuántas veces tiene que morirse? De a poco sobresale una ¿la? historia, que estalla hacia el final, de un propietario y sus tierras heredadas, un desalojo y dos maricones que huyen. Teatro con lo mínimo, que no es poco cuando se condena todo lo que no es rentable (en el teatro Sarmiento).

Me despido con un aviso parroquial. Hay un nuevo episodio de Fuera de algoritmo, un programa de literatura, series y cine que hacemos con Ariane Díaz en La Izquierda Diario+. Hablamos de ciudades: privatizadas, masivas, caóticas, revolucionarias, circulares, fantásticas, contemporáneas, históricas.