Son días raros, un poco en
cámara lenta. Es imposible pasar por alto la muerte de Diego Maradona y todo lo
que desató. Recuerdos, debates, emoción, que atravesaron los medios de
comunicación, las redes sociales y casi provoca una pequeña crisis política
cuando anunciaron que retirarían su cuerpo de la Casa Rosada, cuando todavía
mucha gente esperaba verlo.
Dos mundos en un país
Donde los días van en cámara rápida es en Estados Unidos: el presidente electo Joe Biden ya está formando su gabinete. ¿Propone mujeres en puestos tradicionalmente masculinos? ¿Saltó el corralito de género de las carteras de acción social? Sí pero, sabemos (y lo hablamos otras veces), que son -más que nada- símbolos de la integración de una elite de mujeres en la administración del poder concentrado. Manejar la defensa y la inteligencia del país con la defensa y la inteligencia que condicionan, controlan y aterrorizan a su población y la del planeta. ¿Hay algo que desmienta más el “logro de todas las mujeres”?
La novedad son los expedientes de terror. Avril Haines, candidata anunciada para dirigir la inteligencia, fue la encargada de supervisar los drones del gobierno de Barack Obama, responsables de varias matanzas de civiles. Si son muy jóvenes, probablemente no recuerden que cuando Estados Unidos invadió Afganistán e Irak, una de las voces del feminismo estadounidense que se opuso casi en soledad a la guerra fue la de Code Pink. Sobre la designación de Haines dijeron: “designar a una mujer como directora de Inteligencia NO justifica, desagravia o excusa el ataque asesino de drones y las estrategias de antiterrorismo de la inteligencia de EE. UU.”. Michèle Flournoy es candidata a liderar Defensa, será la primera sí, pero “no hay nada remotamente feminista en que las mujeres de los países ricos arrojen bombas sobre las mujeres de países pobres”. Esto lo dice Arwa Mahdawi, que escribe un newsletter más que interesante en el diario inglés The Guardian.
Completa la lista de los “techos de cristal” Janet Yellen, candidata a secretaria del Tesoro. Los récords de “primer cargo en 200 años” ocupado por una mujer hablan menos de logros y más de lo pobres que son las promesas de igualdad en esta democracia, por decir lo menos.
Donde se ve de verdad la miseria de esta sociedad que lleva el nombre de democracia es que en el mismo país, el más rico y desigual del mundo, la mayoría de las mujeres viven en los sótanos. Ayer fue el Día de Acción de Gracias, una fiesta tradicional y popular en Estados Unidos. Ese día, muchas familias pasaron hambre, especialmente aquellas con jefas de hogar y chicos y chicas menores de 12 años. Durante octubre y noviembre, el 16 % de las mujeres con hijos e hijas menores no tuvieron comida suficiente. En 2020, ese porcentaje superó los de la gran recesión de 2008, a pesar de los programas de ayuda alimentaria. No hace falta que les diga que si sos negra o latina todo es más difícil.
Este problema afecta más a las familias con jefas de hogar (un cuarto de todos los hogares). ¿Por qué? Porque la crisis económica relacionada con el virus covid-19 e incluso su “recuperación” están signadas por lo que ya denominan una shecession (juego de palabras entre she, ella, y recesión). Cuando estalló la pandemia perdieron el empleo el 83 % de las jefas de hogar pobres que trabajaban como meseras, el 72 % de las que lo hacían en limpieza, el 58 % en las cocinas y un tercio del personal de cuidados. Las mujeres representaban antes del covid-19 el 58 % de los servicios, que resultó el sector más afectado e impactó agudamente en el desempleo femenino. Esto tiene que ver con las características de la crisis, diferente a la recesión previa, que golpeó especialmente los empleos industriales y en construcción, mayormente masculinos.
Los hogares pobres con una mujer como único ingreso están en el ojo de la tormenta pandémica. Al desempleo se suma el cierre de escuelas, centros de cuidado infantil y otros servicios. Que no haya clases presenciales significa que muchas chicas y chicos no tienen garantizado el desayuno y el almuerzo, y que muchas mujeres deben encargarse del cuidado. Esa combinación tiene otro resultado, con magnitud aún incierta: las mujeres abandonaron la fuerza de trabajo cuatro veces más que los varones y, lo más grave, es que la tendencia se consolida desde marzo de 2020. En el mundo pospandemia, todos los símbolos parecen disolverse en el aire (incluso más rápido que antes).
No está mal por ser una chica
Romina Zanellato recupera el título provocador de una nota que le hizo Diana Bellesi a Mirtha Defilpo en Expreso Imaginario. Pero Brilla la luz para ellas empieza antes, con las pioneras, las poetas, las músicas y las que llamaban despectivamente las musas, las groupies, las que no tenían apellido, con suerte un nombre que pocos recuerdan. “¿No tenían amigas estos chicos?”, se pregunta Romina mientras cuenta la historia de las que no salen en los relatos y fueron excluidas de la escena musical (como de otros lugares).
En un recorrido inesperadamente político (inesperado para mí), cada paso de las protagonistas está acompañado por lo que pasaba en Argentina y en el mundo: de la píldora anticonceptiva y el movimiento de liberación sexual, pasando por los años ‘90 y el 2001, hasta los vientos de la movilización contra la violencia machista y la marea verde. ¿Cómo era y es la relación entre el rock y lo que pasaba en la calle? “Las confluencias entre el movimiento obrero y el estudiantil, los movimientos sociales y políticos, parecían ir por carriles separados del rock”, dice Romina cuando recorre la agitación política de los ‘70. Algo parecido pasa en los años ‘80, cuando la primavera democrática parecía más extensa de lo que sería en realidad. Cuando se reunía el primer Encuentro Nacional de Mujeres y aparecían demandas como el divorcio vincular y el derecho al aborto (todavía pendiente), “parecía que el rock iba separado de la lucha por la igualdad”. Pero empiezan a verse incursiones tímidas que se consolidarán en la próxima década.
Lo que más me interesó es que, más allá de las visiones y experiencias personales, el rock no es ajeno a la reproducción de valores y prejuicios de la sociedad en la que se desarrolla. Así se ve en recuerdos y reflexiones de las primeras y las que siguieron: el lugar de cantante como el único aceptado por su relación con el instrumento “natural” que es el cuerpo (repitiendo la asociación mujer y naturaleza); la mochila de los cuidados que pesa incluso en el escenario retratada en las leches larga vida que Patricia Sosa se llevó a Rusia para girar con La Torre porque viajaba con su bebé; y la batalla de las palabras y las ideas, que es hace siglos la banda sonora de la lucha contra la opresión.
Las que salieron a la ruta
Cuando leía Brilla la luz para ellas me acordé de Joyce Johnson. Joyce, escritora, tiene un libro que se llama Personajes secundarios, donde cuenta sus vivencias con Jack Kerouac cuando escribía On the Road (En el camino), que marcó junto a otros el nacimiento de la generación beat. El nombre del libro apunta al lugar (que se contó) de las mujeres en el movimiento pero, también, en la vida. “Ni la experiencia ni la aventura eran cosas de jovencitas. De todos era sabido que tanto la una como la otra entrañaban contacto con el sexo. El sexo era cosa de hombres; para las mujeres resultaba tan peligroso como la ruleta rusa; un embarazo no deseado amenazaba la existencia misma en más de un modo”, escribe Joyce Johnson. Así como en otros temas, la autora evidencia todo el tiempo las condiciones en las que explotó la generación beat en los años ‘50 y lo que sería el preludio de los años ‘60, sin romantización ni condescendencia.
Conectado con su falta de autonomía, Johnson ve el lugar de las mujeres en la literatura y en la música: “por lo que al arte se refiere, esas decorativas jovencitas desempeñaban los papeles de musa y admiradora”. Propone una idea para pensar a las mujeres que, ella dice, tardaron en hacerse oír. “Los que quieran entender a las mujeres beat deberán considerarlas de transición: un puente a la siguiente generación, la que en la década de los sesenta —cuando el derecho de la mujer a irse de la casa de sus padres ya estaba fuera de discusión— cuestionaría todas las ideas preconcebidas que limitaban la vida de la mujer y asumiría la larga tarea, jamás acabada, de transformar las relaciones con los hombres”.
Diane di Prima fue una de las pocas poetas beat que trascendieron en un ambiente masculino. Una de las que rebotaron entre Nueva York y San Francisco, de las que habían abandonado el hogar de forma brusca y temprana para “salir a la ruta”. En la vida de di Prima, militancia y poesía siempre estuvieron mezcladas, en uno de esos cruces fundó Poets Press que editó, entre otras, a Audre Lorde. Su obra chocó con la represión, igual que Aullido de Allen Ginsberg. La revista literaria que publicaba con Amiri Baraka (antes conocido como Leroi Jones), The Floating Bear, recibió una acusación de obscenidad de parte del FBI. Murió hace muy poco, el 25 de octubre.
Casi no hay textos de Diane di Prima en castellano, el único completo es Memorias de una beatnik, en el que cuenta su experiencia en el movimiento beat, donde nunca aceptó ser personaje secundario. Hay dos libros donde se pueden leer algunos de sus poemas. Uno es Beat Attitude, de Annalisa Marí Pegrum. El otro es Contéstame, baila mi danza, una antología de poetas norteamericanas, casualmente de Diana Bellessi. La misma que se reía de los prejuicios en Expreso imaginario cuando escribió “No está mal por ser una chica”.
Me gustaría recomendarles la mejor película sobre ese movimiento inabarcable que combinó el ritmo de la tecla de la máquina de escribir y el bebop del jazz. Pero esa película (todavía) no existe, solo su contrario. Pero hay una sobre el juicio por obscenidad contra Allen Ginsberg y su Aullido, ese manifiesto generacional y reverso del “sueño americano”. Reconstruida a partir de las actas de un juicio imposible, Rob Epstein y Jeffrey Friedman hicieron Howl que cuenta una parte de esa historia. Acá pueden ver las escenas animadas de Eric Drooker.
Me despido con una película que sí. Las mil y una se estrenó en el festival de cine de Mar del Plata y en diciembre se verá en cine.ar. El tiempo y espacio juegan juntos para contar el preludio de una historia de amor y una amistad como escudo ante todo. Violeta Bruck entrevistó a la directora Clarisa Navas en La Izquierda Diario.
Nos vemos en el próximo y #QueSeaLey.

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