6/4/21

Una punk en el siglo XIX


La máxima favorita de Tussy era “¡Adelante!”. Amaba de forma incondicional a William Shakespeare, fundó el club Dogberry, que recreaba y debatía sus obras. Adoraba a Percy Shelley, incluía las rimas del poeta en sus discursos políticos y peleó para que su legado fuera reconocido parte de la tradición socialista. Vibró en el teatro con Casa de muñecas de Henrik Ibsen cuando la Gran Bretaña victoriana se escandalizaba. Sus manos escribieron la primera traducción al inglés de la novela Madame Bovary de Gustave Flaubert.

Esa era solo una parte de su vida. Los barrios de Londres vieron a esta socialista, organizadora sindical y política discutir con fabianos, radicales, sufragistas y anarquistas. No se cansó de luchar para reducir la jornada de trabajo, para terminar con la explotación infantil y para que las organizaciones obreras incluyeran la igualdad salarial de las mujeres entre sus demandas. Tussy no era su único sobrenombre, el otro era “la fogonera”, se lo habían puesto los trabajadores del gas.

 

Ciudadana del mundo

Cuando nació, su papá anunció: “ha nacido una ciudadana del mundo”, y  cuando empezó a hablar, ella misma declaró que “tenía dos cerebros”. Era tan popular en el barrio que a su familia la llamaban “los Tussy”, aunque eran los Marx. “Heredé la nariz de mi padre, pero no su genio”, escribió Eleanor en una carta. Muchas personas la desmentirían.

Cuando murió, Will Thorne, trabajador del gas y dirigente sindical británico dijo que habían perdido “a su economista política más importante”. Delegada en las conferencias de la Segunda Internacional, viajó por el mundo invitada por sindicatos y organizaciones de izquierda para difundir las ideas del socialismo. Fue parte de muchos intentos por construir organizaciones que llevaran el programa socialista a la práctica, no siempre lo consiguió.

E.P. Thompson elogió en la revista New Society de 1976 la militancia de Eleanor Marx, pero también dijo que no siempre había tomado las mejores decisiones políticas y que era importante decirlo para no caer en una reivindicación religiosa. Creo que Tussy estaría de acuerdo. Thompson escribió que “mucho de su trabajo internacional, no solo las grandes conferencias sino también las reuniones pequeñas con mineros y trabajadores del vidrio, era tedioso, tras bambalinas”, y que su “trabajo práctico entre las mujeres explotadas de East End [en Londres] sigue siendo un ejemplo hoy”.

El feminismo no se inventó en los ‘70

Una de las biógrafas de Eleanor, Rachel Holmes, dice en el prefacio de Eleanor Marx. A life que, a diferencia de la idea instalada, el feminismo no surgió en la década de 1970 sino cien años antes. Me parece un recordatorio interesante para los movimientos que pelean contra la opresión, un susurro al oído de que no tenemos que empezar siempre de cero. Creo que esa idea revaloriza la historia, menos como un ejercicio académico o nostálgico y más como conclusiones que sirven como guía para la acción.

Las peleas contra la opresión del siglo XIX y comienzos del XX siempre me llamaron la atención, porque muestran cuán irreal es la promesa de avance gradual en las sociedades capitalistas. También porque confirman que las conquistas legales son demasiado frágiles como para que nuestra lucha descanse sobre ellas y mucho menos para que definan qué hacer.

“Yo no soy, por supuesto, como socialista, una representante de los ‘derechos de la mujer’. Es la cuestión del sexo y su base económica la que propuse discutir con usted. La llamada cuestión de los ‘derechos de la mujer’ (que parece ser la única que usted comprende) es una idea burguesa. Propuse discutir la cuestión del sexo desde un punto de vista de la clase trabajadora y la lucha de clases”. Esta picanteada la escribió Eleanor en un número de la revista Justice de 1895 como respuesta al dirigente socialista E. Belfort Bax. Le habla en ese tono porque Bax le había dicho que podía debatir con ella o “cualquier otra representante acreditada de los ‘derechos de la mujer’”. Y aprovecha para aclararle que cree que no se puede reducir la opresión a un problema de derechos sino que es importante ver cómo se enraiza en el capitalismo. Esa fue una de las veces que discutió el enfoque que debían tener las organizaciones socialistas y obreras.

En 1886, Eleanor coescribió “La cuestión de la mujer” con Edward Aveling, aunque él reconoció que gran parte del trabajo era de Tussy. En 1879, August Bebel había publicado La mujer y el socialismo y en 1884,  El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels había visto la luz (ella fue una de las primeras lectoras de los borradores, crítica y colaboradora). El trabajo de Marx y Aveling conversaba con esas dos obras que mantendrían su relevancia durante décadas.

Eleanor encontró en la exposición de la socialista alemana Clara Zetkin en el congreso de Gotha de 1896 la vuelta de tuerca que necesitaban sus ideas de “La cuestión de la mujer”. Como buena traductora, reescribió sus palabras para el público británico, que incluía sufragistas, militantes sindicales y socialistas. Le hablaba especialmente a la generación del nuevo sindicalismo inglés que, a menudo, no le prestaba la atención necesaria a la realidad de las “proletarias del proletario” (Flora Tristán dixit). La corriente mayoritaria del sufragismo no le daba importancia al cruce evidente entre clase y género que caía sobre la mayoría de las mujeres y alejaba así a potenciales aliados y aliadas de esa causa. Para ellos y ellas escribió.

En sus anotaciones, resumió y subrayó que la pelea contra la opresión exigía una lucha de todas las mujeres, aunque las afectara de diferentes formas y cada sector tuviera objetivos distintos. “La mujer de la clase alta, gracias a su propiedad, puede desarrollar su propia individualidad. Ciertamente, como esposa aún es dependiente del hombre”. La “verdadera guerra” estaba en la clase media: “las mujeres de esta clase están hartas de la subyugación moral e intelectual. Son Noras rebelándose contra sus casas de muñeca [en referencia a la obra de Ibsen]”. Le dedica gran parte de sus notas a las trabajadoras: “la maquinaria reemplazó al músculo… ‘Y la mujer proletaria ganó independencia… ¡Pero ciertamente pagó el precio!… Si el hombre tenía el derecho de ‘castigar ocasionalmente a la mujer con un látigo’ (me refiero a la ley bávara), el capitalismo ciertamente la azotó con escorpiones’”. Por eso, dice Eleanor, “la mujer trabajadora no puede ser como la burguesa que tiene que pelear contra el hombre de su propia clase… Entre las proletarias, al contrario, es una lucha de la mujer con el hombre de su clase contra la capitalista. No necesita luchar contra los hombres de su clase para romper las barreras que le impiden la libre competencia. La codicia del capital y el desarrollo de la industria moderna la liberaron de ese conflicto (…) Su fin y su objetivo no son el derecho a competir libremente con los hombres sino obtener el poder político del proletariado”.

La lucha junto a los trabajadores no significaba no debatir en sus organizaciones. Esos debates se traducían, por ejemplo, en pelear para que los sindicatos incorporaran la demanda de igualdad salarial para las mujeres. También podían verse en los discursos ante los círculos sindicales de izquierda de Estados Unidos, en los que les decía a los varones que “tenían el deber de ayudar a las mujeres con los hijos y el hogar para asegurar su capacidad de participar en el movimiento social y político”.

Entre esas anotaciones, debates y reflexiones, es posible hilvanar algunas de las ideas por las que peleamos hoy las que no nos conformamos con algunos derechos para algunas mujeres y pensamos, como Tussy, en otra clave: socialista.

Punk is not dead, la lucha continúa

Susanna Nicchiarelli hizo una biopic de Eleanor que se llama Miss Marx. Algunas críticas dicen que Nicchiarelli abusa de las invasiones punk en las escenas del siglo XIX, como un gesto excesivo de cultura pop. Creo que no es el caso. El punk es una traducción interesante de las ideas con las que Eleanor sacudió al feminismo y al mundo sindical y socialista de su época. Con sus aciertos, algunos fracasos y sobre todo con su legado, cada vez que suena un acorde punk, yo escucho a la Fogonera diciendo ¡La lucha continúa! y a Tussy diciendo ¡Adelante!

Chicas, vinos y libros

Otro día en el patriarcado publicitario. Adidas “descubrió” que muchas mujeres no se depilan y decidió hacerse la vanguardista usando una modelo con pelos en las axilas para vender la nueva colección de la diseñadora Stella McCartney. La publicidad haciéndose la feminista es un truco que ya pasó de moda. En 2018, Nike utilizó el pañuelo verde por el derecho al aborto legal para vender su marca a las mujeres jóvenes. De lo que nunca quieren hablar Adidas ni Nike es de las mujeres que fabrican su ropa y sus zapatillas, porque no hay truco publicitario que pueda esconder la explotación en los talleres que tienen en lugares como Myanmar. ¿Sabés cuántas de esas trabajadoras siguen peleando en las calles contra el golpe militar hoy? Muchas. El último especial de Claves Internacional de La Izquierda Diario cuenta lo que está pasando.

Luchadoras de pura cepa. La semana pasada una huelga histórica paralizó las bodegas de Mendoza. Vi por primera vez la foto de María Elena y supe que después de que el fotógrafo Máximo Arias la registrara en sus recorridos por los viñedos de Cuyo nadie la volvió a ver. Se transformó en canción y, como ella, hay miles de trabajadoras para quienes la época de la vendimia no es “la de la fiesta, los turistas y las reinas, sino la de la recolección de uva para la producción de vino”, como cuenta Ana Maya en esta entrevista de Laura Fiochetta. Este año, mientras los empresarios bodegueros contaban las ganancias récord de 2020 y la legislatura mendocina discutía sobre la reina de la vendimia, en la calle las obreras vitivinícolas como Ana decían que “las mujeres organizadas somos capaces de hacer mucho, por eso le digo a las chicas jóvenes, a las mujeres, que se unan, que formen agrupaciones y que luchen por sus derechos, que juntas pueden lograr mucho”.

Miopía editorial. Patricia Highsmith terminó de escribir El precio de la sal en 1951, no lo publicaría hasta el año siguiente. Poco antes había salido la novela que la consagró y que Alfred Hitchcock adaptó en el cine, Extraños en el tren. En 1948, cuando todavía no había cobrado por ese libro, trabajó unas semanas en las tiendas de departamentos Bloomingdale. De su trabajo temporal en la sección de juguetes surgió el personaje que daría nombre a la reedición y adaptación cinematográfica de la novela, Carol. Fue una de las primeras historias de amor entre dos mujeres que no terminaba con una tragedia. En el epílogo, Highsmith escribió que “antes de este libro, las personas homosexuales en las novelas estadounidenses habían tenido que pagar por su desviación cortándose las venas, ahogándose en una piscina o haciéndose heterosexuales...”. Su editorial Harper & Bros rechazó la novela y la autora, por miedo a ser encasillada, decidió publicarla como Claire Morgan. El precio de la sal vendió más de un millón de copias y Highsmith cuenta que durante meses recibió y respondió cientos de cartas. Este año se cumplen 100 años de su nacimiento.



 

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